*En las profundidades de la selva de Catemaco, el pueblo conserva los tesoros comunitarios, una experiencia auténtica; con zonas para acampar y cabañas rústicas, algunas equipadas con temazcal
Nayra Rivera
Catemaco, Ver.- Al noreste de la tierra de hechizos y monos, la selva de Los Tuxtlas se vuelve profunda y se amplifican los sonidos que la habitan: aves, insectos, el suave fluir del agua. Allí, la jungla de cemento parece lejana, inexistente entre el verdor.
Dos Amates, una localidad en Catemaco ubicada a 13 kilómetros de la gran laguna, debe su nombre al náhuatl amatl, un árbol que puede alcanzar hasta 40 metros de altura, con un tronco grueso y una corteza suave que crece en los alrededores.
Con poco menos de 600 habitantes, este tranquilo pueblo conserva los tesoros de la zona y ofrece a sus visitantes una experiencia auténtica, alejada de guías y vendedores. Dentro de la comunidad, encontrarás zonas para acampar y cabañas rústicas, algunas equipadas con temazcal para una experiencia inmersiva.
Durante las mañanas, es común despertar con el sonido de las ortalis, un ave conocida como chachalaca. Con su fuerte chirrido, la parvada se mueve entre los árboles anunciando el inicio del día.
Al caer la tarde, los graznidos de guacamayas rojas y azules llenan el aire, mientras pequeños mamíferos como las martuchas se deslizan entre las raíces y la hojarasca, regresando a sus madrigueras.
Explorar la selva a pie es la esencia de la aventura. El repelente de insectos, zapatos cómodos y bloqueador solar serán esenciales durante el recorrido. El amanecer es la mejor hora para iniciar tu recorrido.
Al fondo de la localidad, desde la calle Rosas, una vereda conduce hasta una cascada escondida. Allí, el agua fría y cristalina cae en refrescantes chorros. También encontrarás un bebedero de agua mineral de la montaña y un brote de agua sulfurosa, perfecto para desintoxicar y desinflamar la piel. Río abajo hay pozas naturales ideales para nadar.
La proximidad de Dos Amates con Catemaco añade aún más encanto. Allí puedes disfrutar de platillos tradicionales como tegogolos, topotes y una variedad de antojitos mexicanos. Entre las actividades imperdibles están los paseos en lancha hacia las islas de la laguna y las reservas ecológicas.
En dirección opuesta, a solo 30 kilómetros, está la Barra de Sontecomapan, un lugar donde la laguna, el mar y los cerros verdes convergen. Aquí, los lugareños ofrecen platillos de mariscos frescos, frutas de temporada, botanas como chips de malanga, y bebidas refrescantes.
El camino entre Dos Amates y la Barra está salpicado de maravillas naturales, como la cascada Paraíso y la Poza de los Enanos, ideales para un baño relajante. A poco menos de una hora, encontrarás otros destinos turísticos populares como Montepío, Roca Partida, Balzapote y Ermita.
Toda esta región está envuelta en la selva tuxtleca, donde los sentidos despiertan para vivir una experiencia única: la brisa húmeda acariciando la piel, el perfume de la tierra mojada, los intensos verdes y azules que brillan bajo el sol, el murmullo del agua calmando la mente y los sabores frescos que deleitan el paladar.
La naturaleza aquí no solo abraza al visitante, también impone y exige respeto. El tiempo pierde prisa y fluye como los ríos, dejando en quien la recorre una huella indeleble que invita al retorno.