El arca de las palabras de Andrés Trapiello

*Entre “jiferos”, “concomios”, “cortafrío” y “panadizo” se nos va este diccionario de 350 páginas.

Rodolfo Mendoza

“Words, Words, Words…”, dijo Hamlet. “Palabras, palabras palabras…”. Una a otra las palabras van fundando el mundo, nos van creando a nosotros. En el principio era el verbo, dijo el Evangelista, y el verbo creó la faz de la tierra, y todo lo que en ella hay, la lumbrera mayor para que señorease en el día y la lumbrera menor para que señorease en la noche, hizo también las estrellas. Cielo y tierra, hombre y mujer, animal y fruto fue creado a través de las palabras. En la palabra Nilo está todo el Nilo y en la palabra rosa, la rosa misma, dijo Borges quien organizó todo su universo por medio de las palabras. Hace años llegó a nosotros, a nuestras lecturas, El arca de las palabras, de Andrés Trapiello. El arca que no sólo contiene animales y plantas, sino que contiene muchas de las palabras existentes en español y que por alguna razón social, cultural o temporal hemos ido dejando en el camino.

Un buen día Trapiello tomó su viejo diccionario, el Diccionario ilustrado de la lengua castellana de Saturnino Calleja, y empezó a leerlo, no a consultarlo. A leerlo como solía hacerlo Emily Dickinson o Flaubert: leerlo como si fuera una novela, un libro de poemas, un acto teatral. Leerlo como deben leerse las palabras, unidas y no aisladas. Empezó a repasarlo por la necesidad de encontrarse, de —sabiéndose escritor— tener a mano cada una de las herramientas que le hacen falta a todo hombre de letras.

Tomó una palabra de aquí y otra de allá, y empezó a escribir su propio diccionario. Valga decir que este no es uno ordinario. Cumple con cierto orden alfabético (para cumplir con los deberes propios de un diccionario al final del libro sí hay una lista en absoluto orden que remite a la página del Arca), aunque el orden no es su propósito, sino cantar las palabras. Hacerlas chillar como aconsejaba Octavio Paz, hacerlas que se muerdan la cola y nos griten su verdadero significado. Más que una cuestión semántica, aquí tenemos un diccionario “poético”, musical; uno que le da a la palabra no únicamente su valor semántico, sino su valor histórico, social, cultural, literario, acaso ocioso.

La obra de Andrés Trapiello es titánica. Como poeta ha dado los libros: Junto al agua, Las tradiciones, La vida fácil, El mismo libro, Las tradiciones, Acaso una verdad (Premio Nacional de la Crítica), Para leer a Leopardi, Poemas escogidos, Rama desnuda. Como novelista: La tinta simpática, El buque fantasma, La malandanza, Días y noches, Los amigos del crimen perfecto (Premio Nadal de novela) y Al morir don Quijote. Y por si eso no fuera suficiente, Trapiello es el más grande diarista de la lengua española. Hasta la actualidad es autor de 24 volúmenes de diarios.

El arca de las palabras de Andrés Trapiello es un ejercicio literario que le llevó un año reunir y otros dos ordenar y reescribir. Publicados día a día en el periódico La Vanguardia (“sin faltar uno sólo” acentúa el mismo Trapiello) cada una de estas entradas es un homenaje a las letras que nos dan patria. Entre “jiferos”, “concomios”, “cortafrío” y “panadizo” se nos va este diccionario de 350 páginas. Por si las palabras no fueran suficiente atractivo para este libro, en cada página se incluyen una o más ilustraciones del espléndido pintor español Javier Pagola.

Compartir: