El fuego lento de la tradición

*En la comunidad de San José Abajo del municipio de Cuitláhuac se preserva un pedacito de la gastronomía oaxaqueña, una comida con historia, legado y cultura; cada platillo encierra el verdadero sabor tradicional

Miguel Ángel Contreras Mauss

Cuitláhuac, Ver.- El sonido del maíz al ser molido, el chisporroteo del aceite caliente y el aroma de los chiles tatemados, se entrelazan cada mañana en los hogares de San José de Abajo.

En cada esquina de esta comunidad del municipio de Cuitláhuac, las cocinas despiertan con el fuego lento de la tradición, dando vida a platillos que llevan en sus sabores la historia de generaciones.

No se trata solo de comida, sino de un legado que ha viajado a través del tiempo y que hoy sigue conquistando paladares con su sazón inigualable.

Una de las familias que han trasladado su sazón a la comunidad son los Mendoza. Reyna Cruz Mendoza, originaria del estado de Oaxaca, ha deleitado a los habitantes con sus tamales de pollo y pozole.

Cuenta que su abuelita, también originaria de tierras oaxaqueñas, le enseñó las recetas. Doña Reyna, conocida así en la comunidad, recuerda que llegaron desde los años 70 y que sus platillos fueron aceptados rápidamente porque en ese entonces había más paisanos.

“Las personas más grandes ya fallecieron, pero recomendaron los platillos a sus hijos, de generación en generación”.

Los más representativos de su cocina son el mole de tasajo, el pozole oaxaqueño, las tortas de camarón, el atole blanco, de granillo o de pasilla. Algunos de sus ingredientes más utilizados con el ajonjolí, ajo, orégano, el clavito y la pimienta.

Además, destaca el uso del chile costeño, aunque debido a su escasez en la zona, a veces lo sustituye con chile guajillo o pasilla.

“Siento orgullo y satisfacción por el sazón de Oaxaca”, dice, orgullosa. En cuanto a la competencia, menciona que en la comunidad no la siente, pues la mayoría de los habitantes también son familias originarias de Oaxaca.

“No hay competencia, cada quien tiene su clientela”.

Ha transmitido su conocimiento a sus hijas, Albina y Flor, y a sus nueras, Mayra y Guadalupe, asegurando así la permanencia de esta tradición culinaria dentro de la comunidad.

“Me siento orgullosa de que ellas hayan adoptado estas costumbres”.

 

 

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